jueves, 24 de enero de 2008


LA CAZA DE HOY Y DE ANTAÑO


En una sociedad moderna y compleja como la que vivimos actualmente, el cazador que ha tenido contacto con la caza desde su más tierna infancia o que ha heredado la afición de sus antepasados, no puede dejar de contemplar con cierta perplejidad los cambios que de manera progresiva, se van incorporando en el panorama cinegético actual. Entonces se vivía la caza de un modo más intenso, se saboreaban mucho más los aspectos sencillos de la caza. Existía una liturgia que comenzaba el día anterior a la jornada de caza. Todo transcurría mucho más lento y se saboreaba cualquier aspecto y cualquier circunstancia por simple que fuese. Las cosas sencillas y aparentemente triviales de la jornada cinegética cobraban gran trascendencia, incluso adquirían un componente atávico.


En los tiempos que corren, sometidos al stress y las prisas de la sociedad actual, se han adoptado conductas en la gestión cinegética que chocan frontalmente con la filosofía del cazador conservacionista y amante de la naturaleza que se predica en gran cantidad de foros. Se han implantado sistemas de caza que anteponen el interés económico sobre otros aspectos, como la idea de caza compartida, el aprovechamiento de un recurso natural y sobre todo la filosofía de una caza basada en una actividad social como se venía haciendo desde tiempos pretéritos.


En un mundo económicamente cada vez más globalizado, caracterizado por la mecanización de la producción en el sector extractivo, es decir en los productos que la madre tierra nos ofrece, la caza está adquiriendo su más alto grado de adulteración con la implantación de sistemas perimetrales, que permiten aislar los territorios de caza con el fin de poder adaptar las costumbres de nuestra fauna cinegética y sus instintos migradores a nuestro antojo, con objeto de satisfacer nuestra voracidad económica. Me refiero como no, a los vallados cinegéticos que están marcando un antes y un después en materia de gestión cinegética y de conservación de la biodiversidad en el Estado Español. Existen comunidades autónomas en las cuales, la implantación de cercas está tomando un cariz preocupante. Comunidades Autónomas como Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura, y Madrid, los vallados cinegéticos han llegado a invadir áreas de gran interés natural como Sierra Morena, Sierra de San Pedro, Montes de Toledo, etc, pero además durante los últimos años los vallados están invadiendo otras Comunidades Autónomas, como el País Valenciano, Aragón y Castilla y León.


Las consecuencias que estas prácticas están ocasionando al medio ambiente, son bien fáciles de analizar. Por un lado están las propiamente estéticas o paisajísticas debido al impacto visual de las verjas metálicas. Por otro lado se encuentran las consecuencias ecológicas, debido a la fragmentación del territorio natural, atentando contra los más elementales principios de sostenibilidad, asi como la impermeabilidad que supone para otras especies que no son de interés cinegético y su vulnerabilidad, pues los pasos improvisados por jabalíes, zorros o tejones, son utilizados para la instalación de cepos y lazos metálicos. El uso indiscriminado de este método de caza ilegal y no selectivo ha provocado la rarefacción de numerosas especies, como el lince ibérico y el lobo. En el caso concreto del lince ibérico, sobre el que se han realizado numerosos estudios sobre las causas de su declive, y más concretamente en lo que se refiere a las grandes infraestructuras viarias, que actúan como vertebración de sus territorios, piensen ahora lo que supone el incluir un handicap más en su lucha por la supervivencia, al añadir en sus territorios parcelas divididas por redes metálicas. Dentro del propio ámbito cinegético supone un problema por la falta de intercambio genético de las poblaciones, que pueden ocasionar problemas de consanguinidad, sin olvidar la inexorable pérdida de bravura de las reses.


El futuro de la caza que se avecina tiene grandes retos, el de la propia autodestrucción o el de promover medidas encaminadas a tratar de evitar llevarla a extremos que supongan su prostitución. No olvidemos que estas prácticas constituyen una gran contradicción con la idea que muchos promovemos de que la caza y el conservacionismo deben de ir de la mano, que la caza y el respeto por los valores naturales deben ser perfectamente compatibles. Actualmente ya estamos en una fase cuando menos preocupante, muchos de los reportajes que se realizan en los medios de comunicación especializados, en los que se exhiben grandes perchas, se desarrollan en esos territorios. Una vez que los que hemos tenido un pasado cinegético habremos dejado de existir, llegarán las nuevas generaciones que se educarán únicamente con los sistemas que imperen en su tiempo, y ese es el peligro que corremos. Serán generaciones en las que el cazador preferirá la cantidad a la calidad. Dejará te tener la importancia que hoy tiene la intriga y la incertidumbre de no poder predecir los resultados, y pasarán a tener importancia los “resultados garantizados”. Dejará de valorarse la belleza del lance cinegético y cobrará más importancia lo que se está dando en llamar como TROFEITIS.


Yo tengo la suerte de vivir en el norte donde la caza se caracteriza por la calidad y la bravura de las reses salvajes y no tanto por la cantidad. Soy consciente de que estamos inmersos en una sociedad en donde impera la cultura especuladora. Cuando llegue el día en que sepa de antemano el resultado de una jornada de caza, o cuando el talonario decida el resultado de mi éxito, o cuando sepa de antemano que una pieza fallada acabará estrellándose contra una red metálica; habré colgado las armas para pasar a participar activamente junto con los movimientos conservacionistas y usaré todos mis esfuerzos en denunciar la imposición de un modelo cinegético de “caza enlatada” y de las graves consecuencias que para nuestro medio natural supone el poner puertas al campo.


Alejandro Lorenzo

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