lunes, 15 de junio de 2009

CERTIFICACIÓN DE CALIDAD CINEGÉTICA

 

LA CERTIFICACIÓN DE CALIDAD CINEGÉTICA

 

Ante la reciente emisión de un reportaje sobre caza mayor intensiva en nuestra comunidad en un conocido programa de televisión, dedicado a la caza y pesca continental en nuestra televisión autonómica, no puedo dejar de hacer una reflexión sobre la ética que nuestros representantes nos tratan de vender sobre la tan invocada caza social que según ellos, viene siendo la seña de identidad de la caza en Galicia.

 

Para los que únicamente entendemos la verdadera caza cuando se manifiesta a través de un cierto duelo entre la pieza y el cazador, entiéndase bien, no un duelo de fortaleza física, si no un duelo de astucia. Un duelo donde el cazador cuenta a su favor con una cierta tecnología, y la pieza cuenta a su favor con el conocimiento exhaustivo de su entorno, de todas las sendas, de todas las veredas, de todos los pasos, de todas las vías de fuga. Y solamente será capturada cuando ella misma cometa un error en su estrategia de fuga. Cuando para capturar una pieza de caza mayor, sea cuando menos preciso superar la fase de rastreo, emplazamiento, levante, persecución y lance final. Siendo condición “sinecuanum” superar cada una de ellas para poder ejecutar la siguiente, es decir, la pieza sólo será capturada cuando todas estas fases fueron superadas exitosamente.

 

Para los que solamente entendemos la Caza Mayor como una actividad que se caracteriza por la incertidumbre y no por los resultados garantizados, se nos hace tremendamente irracional y éticamente reprobable la idea de contemplar unas reses que se estrellan inexorablemente contra un vallado después de una desesperada huída, siendo tiroteadas por unos cazadores, que según algunos sectores sociales son un modelo de dinamización económica y generadores de recursos locales a los cuales se les ha de mimar y elogiar. Una idea preconcebida, quizás debido  a la influencia del modelo económico neoliberal que impera actualmente y que en su expresión mas extremista ya sabemos los resultados que ha ocasionado en la sociedad.

Hasta ahora estábamos acostumbrados a ver este tipo de prácticas en terrenos al sur de nuestro país. Había una línea divisoria, de Madrid para abajo y de Madrid para arriba.

 

              Efectivamente hace muchos años que se crearon los cotos de caza intensivos, que originariamente se contemplaban para practicar la menor, que aunque tampoco es compartida por muchos amantes del deporte venatorio, no obstante, se respeta porque no tiene los efectos colaterales que tiene cuando se hace con especies de caza mayor (problemas de consanguinidad, pérdida de pureza genética, imposibilidad de intercambio genético de poblaciones, dificultar el flujo de paso de especies que no tienen interés cinegético, pérdida de la biodiversidad por exceder la capacidad de carga de una especie en un ecosistema, etc.). Sin embargo los defensores de estas modalidades de “caza” justifican su existencia en el hecho de que en un país libre y democrático, se debe dar la opción al ciudadano de optar entre una u otra opción. Ser libre para escoger y ser libre para rechazar. Y verdaderamente eso debe ser así al igual que existe el amor sin sexo y el sexo sin amor, pero es aquí donde cabe la necesidad de hacer una distinción entre una y otra filosofía mediante la introducción-acuñación de un término que aclare y defina perfectamente una actividad de la otra.

Como quiera que, evidentemente el término caza define una actividad que es casi tan antigua como el hombre, por tanto desde el punto de vista de su semántica y de su etimología, no sería posible denominarla con otro término. Y al mismo tiempo, por otro lado, los defensores de estas nuevas prácticas cinegéticas no estarían dispuestos a acuñar un término nuevo  que definiese estas nuevas prácticas, sabedores del desprestigio que ocasionarían a la actividad, comprometiendo la filosofía sobre la que se sustenta, es decir, basada en los criterios del modelo económico que defienden. Se hace pues harto difícil que la disertación se solucione poniéndole nombrecitos a la cosa. Aunque por otro lado no seria descabellado el hacerlo, atendiendo a otros casos que por analogía y por moda, se dirimen poniendo nombres con origen anglosajón (airsoft, pinball, puenting, rafting, etc.). En esta ocasión tocaría pues.....HUNTING.

 

              Por todo ello lo más sencillo sería dotar a la caza social, a la caza tradicional en Galicia, a la caza en espacios abiertos, a la caza sostenible; de un certificado de calidad cinegética que garantizase al menos el desarrollo de una actividad basada en términos de sostenibilidad, con criterios conservacionistas, basada en unas pautas que definiesen, e identificasen perfectamente unos parámetros éticos.

 

              Para casi todos los lectores esto no les supondrá nada nuevo, pues en otras comunidades de España ya se está haciendo, como es el caso de Andalucía. En este caso concreto, a través de un decreto creado especialmente al efecto, se intenta definir una línea de actuación que marque una ética encaminada a seguir unas pautas tanto en el campo de la gestión como en el desarrollo mismo de la actividad. Pautas éstas que intentan preservar un modelo de caza basado en la sostenibilidad, en la garantía de la pureza genética de las poblaciones y no en la garantía de lo que se va a abatir. Tratando de garantizar que la actividad cinegética no afecte negativamente a las poblaciones que no son sometidas al aprovechamiento del recurso. Pero es aquí donde personalmente encuentro la gran contradicción, porque este modelo, dejándose tal vez prostituirse por la coyuntura económica de la que antes hablábamos, ha introducido en el sistema, los vallados cinegéticos. Y es que a todas luces para alguien que ama el campo no le debe caber la más mínima duda que el poner puertas al campo, es incompatible con la preservación del paisaje, de los escenarios donde se practica y la conservación de la biodiversidad, dos grandes señas de identidad que se venden como un valor dentro de esta propuesta.

 

              Planteemos pues un reto para Galicia. Una nueva filosofía de caza que a diferencia de Andalucía, esté perfectamente diferenciada tanto en su regulación como en su revaloración social, y no al revés encaminada hacia su inexorable rechazo social.

 

              Viendo el citado reportaje en televisión me viene a la cabeza el gran contraste de ideas. Mientras unos hacen lo imposible para que España esté dotada de una “naturalezacada vez más vertebrada, que generalmente suele ser apoyada por aquellos a los que hay que repetirles por activa y por pasiva, la obligatoriedad de instalar pasos de fauna en las grandes obras de infraestructuras civiles; otros se están empezando a acordar de aquella magnífica propuesta que fue rechazada de plano por muchos cazadores de España, a través de una gran manifestación, y que entre otras cosas acabó con la trayectoria política de la que fue su artífice, y que no era otra que la aprobación de los corredores ecológicos. Esta medida tenía como objetivo hacer de nexo de unión entre zonas ecológicamente bien conservadas de una manera natural a través de unos corredores naturales integrados en el entorno, en cuanto a su morfología, contrarrestando así el efecto aislante y vertebrador que suponen las grandes infraestructuras viarias que de manera paulatina e inexorable, están convirtiendo la península en un tablero de ajedrez.

 

              Por ello, sería interesante plantearse un reto que introdujese un nuevo modo de desarrollo cinegético, perfectamente diferenciado, avalado por una regulación cuyos pilares fundamentales fuesen la SOSTENIBILIDAD ECOLÓGICA Y LA VIABILIDAD ECONÓMICA. Poco a poco el reto tendría su máxima expresión cuando la sociedad asumiese que la caza en Galicia con certificado de calidad, es una actividad que se practica en lugares con criterios de sostenibilidad y que además promueve de forma activa la conservación de la biodiversidad.

 

Alejandro Lorenzo

Cuadrilla Arrotea


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