jueves, 24 de enero de 2008

A LA CAZA DEL TESORO


En los últimos tiempos, la sociedad de consumo ha experimentado un notable cambio en cuanto a los métodos de seducción empleados en persuadir al consumidor. Es obvio que estamos inmersos en una sociedad puramente capitalista y cada vez más globalizada. Por ello no parece posible pensar que cualquier actividad que se pretenda desarrollar a partir de ahora o aquellas que se pretendan perpetuar en un futuro, puedan hacerlo sin someterse inexorablemente a las leyes de la sociedad de consumo, que no es otra cosa que analizar su viabilidad económica. De este modo, dicha actividad, deberá someterse al imperio del capitalismo o lo que es lo mismo a la publicidad, que es su brazo armado, para que esta última, para bien o para mal, vaya canibalizando la voracidad del ciudadano y tentado, finalmente muerda la manzana. Aunque para muchos esta exposición pueda parecer algo cruel, la publicidad, es la responsable de nuestra voracidad consumista. Eva disfrazada de manzana, fue el primer anuncio publicitario del que tenemos constancia.Claro está que la publicidad, ha dominado la sociedad de tal modo y de manera tan persuasiva, que actualmente nos encontramos casi a merced de sus dictados, haciéndonos perder parte o casi toda nuestra capacidad de raciocinio. Ahora ya no pagamos por el producto por su valor propiamente dicho, sino por su capital simbólico. En ocasiones tampoco le damos importancia al producto en sí, sino al envoltorio. En la última novela de Houellebecq hay un personaje peligrosamente machista que dice que la mujer es todo aquello que hay alrededor de la vulva. Hasta el dueño de Perrier se atrevió a decir: “el agua es gratis, nosotros sólo cobramos el envase y la marca”.


En cuanto a la actividad cinegética, está claro que adolece de una falta de estudio pormenorizado para hacerla susceptible de venderla como una actividad económica y resaltar los argumentos de venta que son muchos y muy variados. Se hace necesario, por tanto, reconocer la CAZA como un importante sector productivo en el que algunos analistas estiman un movimiento aproximado de medio billón de las antiguas pesetas en España. Resulta paradójico que a pesar de generar más riqueza que otras actividades propias del sector primario, la caza como motor económico, no dispone del apoyo de la Administración y además no cuenta para nada en sus sistemas contables ni computa en sus estadísticas como actividad generadora de recursos económicos, lo que la conduce a una ausencia de consideración como economía activa, siendo considerada únicamente como una actividad lúdica.


Hasta ahora no se ha sabido vender la caza a través de los canales publicitarios que actualmente están gobernados por la sociedad de consumo, quizás por una falta de corporativismo existente entre sus adeptos que impide tomar decisiones genéricas para todo el colectivo y hacer uso de los instrumentos legales que nos facilita nuestro ordenamiento jurídico para canalizarla en el buen camino, como por ejemplo, a través de una iniciativa legislativa popular.


Se hace necesario hacer trascender a la sociedad con el mayor grado de fiabilidad posible la aportación real que la actividad cinegética revierte en el PIB y en la creación de empleos. Se estima en torno a 150.000 el número de puestos de trabajo, ya sean directos o indirectos, que arroja esta actividad económica, la mayoría de ellos en un medio tan desfavorecido y castigado como el rural en zonas deprimidas, en las que la caza se configura como una de las más importantes opciones de generación de empleo. Los guardas de campo y de caza, guías, ojeadores, rehaleros, secretarios, postores, hosteleros, restauradores, armeros, cartucheros, taxidermistas, criadores de perros, adiestradores, veterinarios, biólogos, ingenieros de montes, productores de especies cinegéticas, gestores de fincas, técnicos, operarios de infraestructuras y servicios cinegéticos, carniceros, chacineros, fabricantes de ropas y complementos de caza, guarnicioneros y un largo etcétera. Sin olvidar otros muchos sectores que dependen indirectamente de nuestra afición por la caza: transportes públicos, coches, otros vehículos, remolques, bares, restaurantes, hoteles y otros establecimientos turísticos, agencias de viaje…


La riqueza que genera la actividad cinegética y su repercusión socioeconómica, ha de ser respetada y estimulada. Por ello, los cazadores esperamos con impaciencia que ese estudio sobre la economía de la caza, nacido a partir de la iniciativa parlamentaria que antes citábamos y de la que el diputado Teófilo de Luis ha sido principal valedor, para responder a la inquietud e interés que este tema genera, sea pronto una realidad en la que podamos ver reflejado todo eso de lo que hablamos, pero no como hasta ahora con estimaciones más o menos voluntaristas, sino de forma claramente cuantificable y valorable. Esperemos que una vez alcanzado el objetivo de haber hecho un buen uso de un soporte publicitario y saber venderla a la sociedad, se imponga el sentido común en no caer en las redes del consumismo exacerbado. No olvidemos que la CAZA es una actividad tan antigua como el hombre. Habremos de vender la caza como una actividad basada en criterios de sostenibilidad, respetando el entorno y los escenarios donde se practica, y contrarrestando sabiamente el efecto “bamby” en nuestros menores.


El éxito de una buena publicidad puede ser muy beneficioso para la actividad cinegética, pero una vez alcanzado ese objetivo, de darla a conocer como una actividad generadora de recursos económicos, debe apartarse de manera inteligente de las armas que la publicidad impone en su faceta más cruel, la de esconder las ventajas del producto y potenciar y revalorizar su envoltorio. ¿Porqué la CAZA siendo una actividad tan genérica, con tantas peculiaridades y con tantos argumentos de venta, no es capaz de venderse tan bien como una cosa tan particular y concreta como un simple envase con H2O en su interior? Probablemente, en un futuro, una cosa que se vende tan bien como el agua ya no nos la facilitarán en las tiendas sino que nosotros llenaremos el envase con agua del grifo y luego pagaremos un canon por usar el envase y la marca. Probablemente, a largo plazo cuando el mercado de lo intangible madure lo suficiente y seamos consumidores verdaderamente adultos, es decir idiotas, ni tan siquiera usaremos el envase, sino que pagaremos directamente por tener derecho a decir que bebemos PERRIER. Esperemos que si alcanzamos los objetivos que se han descrito anteriormente, no dejemos que las leyes de la sociedad de consumo conviertan la CAZA en una actividad donde se pierda su componente ancestral y atávico y se pase a potenciar la trofeitis, los vallados cinegéticos y la caza de bote como argumento publicitario, porque para ese viaje no se necesitarán alforjas. Actualmente en algunos folletos publicitarios se anuncia la actividad cinegética como fuente generadora de recursos, de empleo y favorecedora de la fijación de la población rural, pero con dudosos criterios de sostenibilidad y de ética mediambiental por la práctica de sus métodos y por la infraestructura empleada. Si todos los esfuerzos expuestos anteriormente van a tener como resultado final, la filosofía de estos últimos, ¡virgencita que me quede como estoy!.


Alejandro Lorenzo

CUADRILLA ARROTEA

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